Desde inicios de curso, el maestro les dio la noticia:

–El proyecto integrador se tratará de una exposición artística hecha por todos los alumnos de este grupo.

Desde ese momento muchísimas ideas cruzaron por la mente de un artista en particular, de quien hablaremos en este relato.

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Como sabemos, para poder realizar una

obra artística se necesitan muchas cosas.

Entre ellas podemos destacar la destreza

de quien la crea, los materiales, tiempo y,

sobre todo, dedicación. Sin embargo,

hay algo que es aún más imprescindible

que todo lo anterior para que una obra

pueda ver la luz: La inspiración. Eso era

precisamente lo que al artista le hacía

falta puesto que no tenía ni una sola idea

de cómo iniciar su obra ni de qué trataría.

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Al principio pensó –quizás como muchas otras personas– que la inspiración llegaría en un golpe repentino en cualquier momento. Para este caso llevaba a todos lados una libreta pequeña donde apuntaba siempre cosas para recordar. “En cualquier momento llegará y el resto será fácil”, decía para sí mismo.

 

No obstante, durante dos largos meses la inspiración jamás llegó.

 

Como se dijo al inicio, eran muchas las ideas que tenía al respecto: collages, paisajes, retratos, dibujos y hasta esculturas en tres dimensiones, pero no pasaban de eso, de ser simples ideas sin pies ni cabeza. Intentó forzar su inspiración haciendo diversas cosas como regresar a casa por caminos diferentes, ver series y programas distintos a los que solía ver y hasta tomando baños de agua helada a las 3 de la mañana, pero el vacío permaneció. Jamás se le ocurrió que la solución podía ser tan fácil como hacer una pregunta:

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–Maestro ¿Cómo puedo comenzar?

–¿Qué es lo que más te gusta?

–Los videojuegos

El maestro le dirigió una mirada con un poco de

fastidio.

–¿Y por qué te gustan?

Pensó un momento.

–Por la música. Casi todos por eso.

–¿Y qué esperas para ponerte a trabajar?

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Entonces encontró lo que buscaba, aunque siempre había estado en sus narices. O en sus oídos más bien.

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Pensó en todas aquellas aventuras que había

conocido y recordó todas aquellas canciones

que lo habían transportado a épocas y sitios

donde todo era posible. Desde viajar en el

tiempo para salvar el planeta de un ser del

espacio, rescatar a una princesa de un reino

invadido por hongos y tortugas, hasta un

mundo subterráneo lleno de monstruos con

historias singulares. Y tras buscar algunas

imágenes de referencia, se decidió a hacer

una obra en homenaje a todos esos

sentimientos y recuerdos.

 

–Eso era.

 

Aunque casi siempre sean disfrazadas con aparente tranquilidad sobre un lienzo, en las hojas de un libro o hasta en un simple pedazo de piedra o madera, no cabe duda que las expresiones, cuando se plasman, también pueden desencadenar toda clase de pensamientos en aquellos que la contemplan. Sin embargo, en muchas ocasiones no es hasta que escuchamos la historia que hay detrás cuando en verdad podemos acercarnos al verdadero significado de ser de una creación, y en este caso no es la excepción. Como dijo el artista francés Anatole France: "Un buen retrato es una biografía pintada".

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Cualquier obra artística, siempre carga tras de sí al artista que la creó, ya sea en forma de sentimientos, como recordatorio de una situación, o como algún escenario posible que fuera parte del deseo de éste último, ¿Y quién mejor para explicar los sentimientos de esta obra que el artista mismo?

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La obra titulada "Recuerdo musical" trata de describir la paz y la nostalgia que evoca la música de los videojuegos en mi. Incluye ciertos elementos como una serie de botones que se usaban en un título para tocar diferentes canciones que ayudaban al protagonista a trasladarse entre lugares y a activar diversos mecanismos. De igual manera decidí incluir un hada que aparece en el mismo título, debido a que está con el jugador desde el inicio hasta el final de la aventura ayudando muchas veces como guía y apoyo, al igual que ha estado la música en general a lo largo de mi vida.